Todavía recuerdo la sensación al entrar por primera vez a Augusta National Una mezcla de nervios, de emoción, de alegría de poder finalmente poder cumplir un sueño. Ver el Masters en persona. Caminar por ese “suelo sagrado”. Después de tantos años de verlo por televisión. ¡Comprobar que ese lugar es real, y no una fantasía!

El despertador ese día sonó bien temprano. Queríamos estar en Augusta National apenas abrieran las puertas. El club quedaba a unos 25 minutos de la casa que alquilamos. Había gente por todas partes, teníamos que atravesar Washington Road, y conseguir estacionamiento. Para sorpresa de nadie en el auto, estaba todo perfectamente bien organizado. Personas de la organización señalando por dónde ir, dejando pasar a los peatones, acomodando los autos en los estacionamientos aledaños … todo hecho fácil para las miles y miles de personas que se acercaban, como nosotros, llenos de entusiasmo y excitación. Para la enorme mayoría de nosotros, estoy seguro, era la primera vez que atendíamos el Masters. Y no pudo ser más sencilla la entrada al club.

La entrada. Las piernas ya comenzaban a temblar. La sonrisa imborrable de mi cara. Presento mi ticket al guardia de la entrada, y finalmente entro a Augusta National. Todo era perfecto. Todo limpio, todo ordenado, todo cuidado, todo señalizado, el personal del club muy amable y ayudando a quienes les hacían preguntas.

En esa caminata inicial se pasa de lado el campo de práctica y el pro-shop principal (esta visita quedó para el final, pero spoiler alert: lo arrasé!). Y al final de ese pasillo, nos esperaba un leaderboard gigante, con las banderas de todos los países representados ese año en el Masters. Recuerdo que cuando entré no entendía bien dónde me encontraba. Creía conocer el campo después de ver el torneo por televisión tantos años. Recordaba cada hoyo en mi mente, pero no conseguía ubicarme. Claro, no había tomado en cuenta que a través de la pantalla no se aprecian del todo los desniveles del campo. Me encontraba en el medio del fairway del hoyo 1, en la bajada. ¿La bajada? Sí, la bajada. El hoyo 1, Tea Olive, par 4 de 445 yardas, tiene una bajada muy pronunciada desde el tee. Y consecuentemente, la segunda porción del hoyo es con una pronunciada subida. Toda mi vida asumí que ese hoyo era completamente plano. Y esta es la bienvenida que te da el campo. Te deja muy en claro, desde el primer momento en que uno posa sus ojos en él, que lo que uno vio por la televisión, no es para nada lo que uno ve en persona.

El fairway del hoyo 1 es solo el comienzo. Cuando uno arriba al green, se ven unas “ondonadas” que tampoco se ven a través de la pantalla. Escuché a alguien describir el green del 1 como si alguien hubiese enterrado 4 elefantes, y quedaron sus lomos cubiertos solo por una pequeña capa de césped. Está el desnivel en el segundo tiro del par 5 del hoyo 2, Pink Dogwood, hasta el green. Otro gran desnivel en el hoyo 4, par 3 de 240 yardas, Flowering Crab Apple. Y así en varios hoyos. Pero ninguno como el desnivel en el hoyo 10, par 4 de 495 yardas, Camellia. La diferencia de altura desde el tee al fairay deben ser de unos 20 metros. ¡Es como un edificio de apartamentos de 6 pisos!

Otra cosa que recuerdo muy bien es que en la entrada, cerca del leaderboard gigante mencionado anteriormente, había a disposición una especie de panfleto en el que se informaba los jugadores que iban a salir ese día a practicar, con quién, el horario, y el tee de salida (este fue un día de práctica). Así uno estaba informado de a quiénes podía seguir, a qué hora, y programar mejor el día. Un detalle genial por parte de la organización.

Hablando de organización. He tenido la suerte de asistir a eventos multitudinarios. Desde conciertos, eventos deportivos, hasta parques temáticos. Pero en el Masters se llevan el premio. El nivel de organización, de información, de limpieza, de coordinación. Desde el estacionamiento, el ingreso, la información al público de lo que sucede, las filas en los puestos de comida, hasta las filas para ingresar a los baños organizan! Aún cuando hay una fila larga y uno cree que se va a pasar 20 minutos para comprar un sándwich (no dejen de probar el de egg salad y el de pimento cheese), te ves afuera de la tienda con sándwich, cerveza y postre helado en mano en menos de 2 minutos.

El comportamiento del público, o más bien debería decir de los Patrons, también es para mencionar. El hecho de que no se pueda entrar con teléfono celular creo que es una gran parte de la experiencia.  Y la tradición de que si uno coloca una silla plegable en un lugar del campo, esa silla quedará ahí, sin ser tocada ni movida, hasta que su dueño la reclame. De hecho, hay un sector especial para las sillas en cada hoyo. Eso es respetado a rajatabla por todos.

Y sí, el pro-shop. Es inmenso. Y uno quiere comprarse absolutamente TODO. Ese logo es adictivo dicen. Y tienen de todo. Desde remeras, polos, suéters, hoodies, banderas, marcas, gorras, sombreros, vasos, tazas, fotografías, platos para la comida del perro/gato, hasta enanos de jardín. ¡Y la gente de lo lleva todo! Se llevan todos demasiado. Y aún así, no es suficiente.

Para aquellos que han tenido la suerte de ir, lo comparo a Disney World, pero para adultos. Por la organización, por el sueño cumplido, por la historia, por las compras que uno hace, por los recuerdos …

Y si uno se queda hasta la hora del cierre, se puede observar al ejército de máquinas de cortar césped que salen a preparar el campo ya para el día siguiente. Salen de a 8/10 máquinas juntas a cortar y nivelar el césped. Es como estar en el teatro observando una sinfonía, un ballet. Todos los detalles están cuidados.

Una cosa es cierta: ver el Masters es distinto desde haber asistido. Uno entiende más el campo, ve los desniveles, aprecia la complejidad de cada golpe. Es una experiencia que hay que vivir por lo menos una vez en la vida.

Y para aquellos que tienen la suerte de poder ir por primera vez, les dejo aquí algunas recomendaciones:

• 1. Tratar de caminar los 18 hoyos, de corrido. Si es siguiendo a un grupo, aún mejor. Pero esto puede demorar un poco demasiado. Pero recorrer los 18 hoyos les da una sensación de dónde queda cada hoyo, dónde quieren quedarse a mirar algunos grupos pasar, etc.

• 2. Acercarse a la zona de práctica. Incluso hay unas gradas para poder sentarse allí un rato y ver a los mejores del mundo golpear perfectamente una pelota atrás de otra. También acercarse a los dos putting greens de práctica, que uno tiene a los jugadores muy cerca.

• 3. Sentarte en el green del 6 (par 3). Es un hoyo muy interesante, con un green con dos niveles bien pronunciados, y se los ve a los jugadores practicando a las diferentes posiciones de banderas que tendrán durante el torneo. Además, atrás del green hay un muy buen puesto de comida.

• 4. Lugares dentro del campo que tienen que mirar: el tee del 11 y apreciar lo difícil que es ese golpe de salida; el tee del 18 y ver lo angosto que es ese tiro de salida; como dije anteriormente, ir al tee del 10 y apreciar el desnivel.

• 5. ¡Amen Corner! Vayan. Véanlo en persona. Eso.

En fin, esa fue mi experiencia en el Masters. Agradecido de haberlo vivido por lo menos una vez. Y esta semana me sentaré a ver el torneo, no solo con mejor apreciación y conocimiento del campo, sino que también podré una vez más recordar mi paseo por el “suelo sagrado”.